domingo, septiembre 16

Crónica de un grito para y del pueblo


primera parte



parte final


Espero que los disfruten
Crónica de un grito para y del pueblo


Decidirnos viajar a San José Tenango no fue sencillo primeramente por la lejanía del lugar de la Cd. de Oaxaca, ya que se encuentra de seis a siete horas de camino ubicado en la zona mazateca del estado de Oaxaca colindado con el estado de Puebla, nos decidimos a trasladarnos en transporte arriesgando el no saber si alcanzaríamos a llegar al evento que se estaba preparando en esta maravillosa tierra, Tenango significa “En el muro o muralla”, se compone de Tenamitl-muro o muralla y co-en. Recibe este nombre debido a que se encuentra en una hoya o valle, y llegar a él es un placer visual, auditivo, donde los sentidos son atrapados por la magnificencia de sus montañas, a dos horas de Huatla lugar de María Sabina, lugar de los hongos y su negado pero deseado consumo, nos encontramos con flores como las gardenias, orquídeas, claveles, rosas y bugambilia. Plantas utilizadas por nuestros ancestros por nuestras raíces como la hierba santa, epazote, camote dulce, camote de malangar, chayotextle, quelites, guías de chayote, papalote, guajes, guía de calabaza, flor de fríjol, yuca, chile canario, camote morado.
y la seguridad de esos cientos de árboles de madera preciosa, como el cedro y la caoba; maderas
corrientes como: el pino, el ocote, liquidambar y xochicahuet. Plantas contrastes como las palmeras, palma de caña, palmas de tepejilote y carrizo viven unidas en esta tierra que invita a dejar perder los sentidos en ella. tan contrastantes como la pobreza que se respira, se vive, ocupando el 13 avo lugar a nivel nacional en marginación y pobreza.

Después de largas horas de camino de lluvia de correr de un transporte a otro, de angustiarnos al ver salir de Huatla los vehículos que transportaban al Presidente Legitimo, llegamos a convivir con la gente a preguntar que esperaban de la visita de AMLO al lugar, niños, mujeres, ancianos, la mayoría del pueblo se ubico en el centro de esta comunidad ahora si a esperarlo.
La llegada fue emotiva adornándole con un gran collar de flores amarillas, dándole el bastón de alto mando que nuestros hermanos indígenas utilizan para dar la jerarquía más alta,
Andrés Manuel se volcó al pueblo a sus iguales, en un pequeño auditorio municipal convocando a los mexicanos a reafirmar el compromiso de transformar la vida pública del país, enfatizando que “sólo el pueblo puede salvar al pueblo”. Trayendo a la fiesta a aquellos seres que han dado y se han dado a la nación, a que fuese libre e independiente. el cura Miguel Hidalgo, Josefa Ortiz de Domínguez y al siervo de la Nación José María Morelos. Subrayó la necesidad de abolir el actual régimen de corrupción y de privilegios y de desterrar la opresión, la desigualdad, la injusticia, la discriminación, la codicia y el odio.
Reiterando nuevamente su compromiso en la construcción de una Patria para todos los mexicanos, en particular para los pobres. Acompañado con las miles de voces que se encontraban ahí reunidas inició con los arribas, ¡Arriba los de abajo! ¡Arriba los pobres! ¡Abajo los privilegios! ¡Abajo el gobierno usurpador!
Posteriormente tocó turno a las Vivas, ¡Vivan los indígenas! ¡Vivan los obreros!¡Vivan los campesinos!¡Vivan los migrantes! ¡Vivan los artistas! ¡Vivan los maestros! ¡Vivan los profesionistas! ¡Vivan los sectores productivos! ! ¡Vivan los estudiantes! ¡Vivan las mujeres! ¡Viva la cultura! ¡Vivan los héroes que lucharon por la libertad de la patria!¡Vivan los padres de la Patria! ¡Viva Hidalgo! ¡Viva Josefa Ortiz de Domínguez! ¡Viva Morelos! ¡Viva Juárez! ¡Vivan los hermanos Flores Magón! ¡Viva Francisco I. Madero! ¡Viva Villa! ¡Viva Zapata!¡Vivan los héroes anónimos! ¡Libertad a los Presos políticos ! ¡Viva la nueva República! ¡Viva México! Terminando con el grito de los ahí presentes uniendo sus voces para exclamar queriendo que se escuchara hasta la más recóndita parte del país, ¡Viva Andrés Manuel López Obrador! ¡Presidente Legítimo! Para culminar compartiendo con él la mesa y unos deliciosos tamales oaxaqueños y el placer de su charla al hablarnos del cómo crear conciencia, de la importancia de predicar, de difundir de trabajar como los Hermanos Flores Magón Regresamos a Oaxaca con un sabor de boca agradable por toda la fuerza que se vivió en este apartado poblado indígena, dejando a un lado el cansancio del traslado, la empadada de la lluvia, el frio que menguo con el inmenso calor que se vivió en estos momentos de la actual historia de México.
septiembre 16-07


YO TE NOMBRO LIBERTAD, CREANDO CONCIENCIA

VERONICA VILLALVAZO

SACEDORTES REVOLUCIONARIOS

CURA GUERRILLERO, CAMILO TORRES ¡VIVE!

SEMBLANZA DEL ELN, EJERCITO DE LIBERACION NACIONAL

La memoria viva del M-19.
por Ex militantes del M-19 Tuesday, Apr. 24, 2007 at 5:53 PM
exmilitantesm19@yahoo.es

17 años después de su desmovilización, el M-19 sigue afectando la política nacional. Las oligarquías aún le temen, el gobierno insistentemente lo recuerda y los muchachos no dejan de aplaudir su osadía.
“Es la hora de hacer el gobierno de todos: un gobierno con actos de justicia, dignidad y soberanía, un gobierno en el que se exprese la voz de los colombianos, que dé solución a nuestras necesidades y realice nuestras aspiraciones de patria y libertad.
(…) ya basta de protestas, ya basta de denuncias, ya basta de gritarle a una oligarquía sorda a las verdades de siempre. Llegó la hora de las afirmaciones”
Álvaro Fayad Delgado
Proclama de Los Robles a Colombia.
Abril 17 de 1985.

En memoria de Amanda, Amelia, América, María, Carmenza, María Eugenia, Marta, Violeta, Marcela, Irma, Claudia, Natalia y todas las mujeres revolucionarias que con su lucha y temple de guerreras, sembraron la tierra con semillas de porvenir.

No heredaremos la represión

Cuando aún no había sido superado un pacto excluyente de impunidad compartida entre las oligarquías de los dos partidos tradicionales conocido como el Frente Nacional, acababa de fraguarse un escandaloso fraude electoral, apoyado entre otros, por la iglesia Católica a través de su cardenal Aníbal Muñoz Duque, y la Presidencia de la República le era otorgada al conservador Misael Pastrana Borrero sobre el General golpista Gustavo Rojas Pinilla quien, bajo su gobierno dictatorial en 1957 había traído tantos adelantos al país y a la vez coartado toda suerte de libertades constitucionales, la sociedad empezaba a plantearse la necesidad de llevar a cabo nuevas y más refrescantes prácticas en el desarrollo de la política colombiana.

El país aún discutía sobre las conveniencias del Concordato de 1973 en respuesta al recién aprobado Concilio Vaticano II, que si bien suprimía algunas de las más aberrantes disposiciones de la llamada Ley Concha, estaba lejos de constituirse en un real pacto de conciliación capaz de ubicar al clero en su debido lugar, para que en vez de favorecer los excesos del partido Conservador e intervenir negativamente en el desarrollo democrático de Colombia, lograra responder a la falta de conciencia política del país, que según el texto “Justicia y exigencias cristinas”, resultado de la Conferencia episcopal de 1973, era la responsable de la perpetuación de una minoría excluyente en el poder.

El sacerdocio colombiano se dividía entre un catolicismo asfixiante ajeno a los principios fundamentales del cristianismo y los seguidores de la Golconda, la SAL (Sacerdotes para América Latina) comprometidos con las luchas de clases, las novedosas propuestas de la teología de la Liberación, y los llamados curas rebeldes, inspirados en la lucha y prematura muerte de Camilo Torres Restrepo, empezaban a cuestionar cada vez con mayor firmeza el real compromiso de la Iglesia Católica con los sectores menos favorecidos de la sociedad y muchos asumían en consecuencia, el camino de la lucha armada como forma efectiva, según declaraban, de defender con eficacia su rebaño de las fauces devoradores de un Estado violento y desigual. El continente era invadido por el boom latinoamericano de las guerrillas marxistas, las autodefensas campesinas, las organizaciones de obreros y sindicatos, las luchas reivindicadoras de los proletariados del mundo, se hablaba de la combinación de todas las formas de lucha, y las juventudes, que devoraban la literatura filosófica y política del momento, asumían el reto de la transformación social desde sus propios lineamientos conceptuales, espirituales, teóricos y libertarios.

Mientras la población de varios países del continente padecía el accionar violento o las secuelas de feroces dictaduras militares, en Colombia, los jóvenes se resistían al pasivo sometimiento nacional a las disposiciones del amo del norte, a la exclusión política y a la persecución armada contra rebeldes y campesinos. Las juventudes querían apostarle con su vida y sus ideas a la consolidación de un nuevo Estado. Y fue en este contexto dinámico y de enormes cambios estructurales, como un grupo de muchachos idealistas, algunos ya militantes de la guerrilla de las FARC, otros activos sindicalistas, políticos e ideólogos comprometidos con la ANAPO y descontentos con la realidad social del país, decidieron unirse a partir del recién fundado movimiento Comuneros y dar inicio a la guerrilla más popular, creativa y cercana al sentir del pueblo: El M-19.

Cuando en Colombia algunos políticos reconocidos se reunían en torno al general Valencia Tovar, -recordado por su acción en Patio Cemento que en 1965 le costó la vida al cura guerrillero Camilo Torres -, para pedirle asumiera la jefatura nacional tras la crisis de gobierno, no muy lejos de allí y en torno a un ser mucho más agraciado, empezaba a consolidarse un nuevo sueño revolucionario. Peggy, quien en ese entonces era la cuñada del gerente de Coca Cola, y se había convertido en la hija díscola de una oligarquía asfixiante, fue el puente preciso para propiciar el acercamiento entre Jaime Bateman Cayón, líder de la organización Comuneros, Carlos Pizarro Leongómez y Álvaro Fayad de las FARC, Eddy Armando un apasionado del arte y de la vida y el médico Carlos Toledo Plata, representante a la Cámara y Secretario de Agitación de la Anapo.

Álvaro Fayad, quien por ese entonces militaba en las FARC, para evitarse un juicio por deserción le propuso al Comandante Jacobo Arenas, escribir un libro biográfico sobre su vida y obra en la guerrilla. El Comandante aceptó complacido, y en una de sus salidas para el desarrollo de su investigación, Fayad escapó y no regresó jamás. Carlos Pizarro, quien corría el mismo peligro y consecuente a su modo libre e intempestivo de asumir la vida, decidió, un día cualquiera, echar a correr, y según cuentan sus amigos, corrió desde la montaña hasta Neiva y de Neiva voló hacia Bogotá, donde lo esperaban los demás muchachos que irían a conformar la plana mayor del M-19.

A finales de 1973, en la finca Jalisco, propiedad del senador anapista Milton Puentes, se consolidó definitivamente este proyecto revolucionario, dando una clara identidad política a lo que sería el Movimiento 19 de Abril, M-19, un irreverente sueño Bolivariano, tejido más con ilusiones juveniles que con el pragmatismo que, la ardua lucha armada, les enseñaría tiempo después.

Desde sus inicios, el M-19 se planteó como un proyecto urbano, nacionalista y Bolivariano, que contrario a las ortodoxias que consumían a las guerrillas colombianas con su pobre interpretación del sentir nacional, intentaba convertirse en una real alternativa de poder capaz de transformar pesados e incomprensibles dogmas ideológicos en acciones convocantes, frescas y atrevidas. Líderes de distintas vertientes, confluyeron al encuentro con la historia para tejer una nueva propuesta de lucha armada dispuesta a ganar espacio nacional a través de una acertada lectura de la sociedad colombiana y de la realización de osadas acciones político militares que además de poner en evidencia la fragilidad del establecimiento, les ayudara a ir ganando terreno en el corazón de las mayorías empobrecidas y marginadas y de importantes sectores de la intelectualidad y el arte colombianos. El M-19 no tardó en convertirse en el mejor ideal revolucionario del país y del continente.

Su incursión a la vida nacional debía ser el reflejo de sus ideas y de su afán de protagonismo social haciendo uso de gran ingenio y creatividad. Por ello, una semana antes de su aparición pública, el 17 de enero de 1974, el movimiento pagó varios avisos de prensa anunciando la llegada de un novedoso producto: “Parásitos… gusanos? espere M-19”, “Decaimiento… falta de memoria? Espere, ya llega M-19” . En su primer comunicado público, distribuido en el mismo mes, se autoproclamaron como un movimiento anapista, hablaron de socialismo a la colombiana en un lenguaje hasta la fecha desconocido para el país, y dejaron claro que su lucha armada era contra “el imperialismo norteamericano que sojuzga a nuestros pueblos impidiéndoles su desarrollo económico y social, contra las oligarquías nacionales, serviles incondicionales del imperialismo, vendepatrias descaradas y explotadoras insaciables de los campesinos, y contra los altos mandos militares, perseguidores de obreros, campesinos y estudiantes, guardianes de los intereses del imperialismo y las oligarquías; el alto clero, obispos y arzobispos que se cuelgan a Cristo en el pecho y por debajo de la lujosa sotana se les ve la gruesa chequera…”

El M-19 se constituyó entonces en una guerrilla semiurbana que logró combinar ideológicamente varias tendencias políticas de la época, integrar fuerzas afines y darle forma a una nueva propuesta de lucha armada que rompía con los discursos y prácticas de la guerrilla colombiana emuladora de principios extranjeros. El M-19 era diferente, no era una guerrilla convencional, no podía serlo, no sólo porque su origen fuera totalmente político y citadino, por así decirlo, y no simplemente agrario ni resultado de un proceso de estudios políticos en La Habana, como ocurrió con otras agrupaciones subversivas, sino porque sus filas estaban conformadas por hombres y mujeres tan agudos como ingeniosos, todos ellos dotados de una asombrosa capacidad natural para leer e interpretar el país como Jaime Bateman Cayón, tan generosos y altruistas como el medico Carlos Toledo Plata, tan preparados e inteligentes como Alfonso Jacquin, Andrés Almarales, Luis Otero, Álvaro Fayad, Antonio Navarro, Otty Patiño, Gerardo Ardila, Israel Santamaría o Vera Grave, valientes y audaces como Iván Marino Ospina, Ariel Sánchez, Elvencio Ruiz, Clara Elena Encizo, Carmenza Londoño, Nelly Vivas, Gustavo Arias, Gladis López, Afranio Parra, Jorge Eduardo y Ariel Carvajalino, Roberto Augusto Montoya, Libardo Parra, Lázaro, Rubén, Abraham, Santiago o Hipólito Blanco, idealistas y consecuentes como Carlos Pizarro, Irma Franco o Germán Rojas Niño y otros tantos valientes anónimos que lograron darle una imagen renovada y carismática al movimiento insurgente latinoamericano.

El Eme era una organización que con ingenio respondía a la frustración de una generación ávida de cambios, quería hacer política con las armas en coherencia con la voluntad popular, romper el esquema de la lucha armada y torcerle el cuello con audacia y creatividad al extremismo de izquierda y a la represión de derecha, y mediante el uso de recursos simbólicos, crear una identidad nacionalista. Por eso su primera acción de lucha en enero de 1974 fue la sustracción de la espada del Libertador de la Quinta de Bolívar en Bogotá, intentando reivindicar las palabras que Simón Bolívar pronunciara en su discurso del 2 de enero de 1814: « No envainaré la espada mientras la libertad de mi patria no esté completamente asegurada». «La espada libertadora ya está en manos del pueblo», gritaron los guerrilleros tras el éxito de su acción.

Jaime Bateman Cayón, «el flaco Bateman» o «Pablo», su alías más conocido, fue la cabeza fundadora del M-19 y quien logró orientar acertadamente la ideología del movimiento conciente del efecto de sus acciones en el plano social y político, intentando establecer una conexión efectiva con la gente del común y el país real que a diario sufrían millones de personas, el país vivo y complejo que los núcleos ultrapolarizados de la sociedad osaban desconocer para imponer su propia lectura de país. “En su obsesión por conectar la lucha armada con la política y las inquietudes populares, Bateman fue quien abrió el proceso de «Diálogo Nacional» entre el Estado, la sociedad y la guerrilla” . Bateman sin duda fue un visionario.

El M-19, bajo la conducción de este singular líder costeño de alma generosa, risa contagiosa e incomparable estatura revolucionaria, además de ejecutar osadas acciones políticas, empezó a tomarse los barrios populares de importantes ciudades del país, para en operativos al estilo Robin Hood, robar a los ricos para repartir alimentos a los pobres, asaltar camiones repartidores de leche y carros del supermercado Carulla, produciendo cierta mezcla de admiración y desconfianza en las demás agrupaciones subversivas.

“Bateman fue el primer dirigente guerrillero de extracción marxista en hablar sin tapujos de negociación, diálogo y paz… También fue el primero en entender que, a esa insurgencia armada de origen campesino, inspirada en las revoluciones cubana, argelina, china, vietnamita o soviética, y alimentada de nuestra propia larga historia de guerras civiles y resistencias rurales armadas, había que darle una proyección política más real e inmediata que la insertara en la sociedad colombiana de su tiempo… El “flaco” Bateman creó a puro pulso, a fuerza de convicción y personalidad, el Movimiento 19 de Abril –M-19-, que en febrero de 1974 sorprendió al país con su insólito robo de la espada de Bolívar , para a través de este acto simbólico recuperar el espíritu del Libertador e instalarlo en la conciencia de esa Colombia sangrante de la década de los setentas, y con el grito de «tu espada en pie de lucha, ayer, hoy y siempre» romper el esquema foráneo de revolución y sellar para siempre lo que sería la ideología del movimiento y destino de la lucha armada colombiana. La sagaz acción de la espada logró resumir todo el sentido nacionalista que intentó darle el Eme a la lucha guerrillera.

“Interpretamos al pueblo cuando recuperamos la espada de Bolívar… Ella constituye un símbolo que vale más de cien mil armas. Por eso nuestra primera acción consistió en ponerla en manos del pueblo que lucha por la libertad de su patria” declaró Jaime Bateman Cayón.

Y es bajo ese ideal de lucha bolivariana como empiezan a relacionarse con otras agrupaciones latinoamericanas, intentando crear una gran fuerza continental. Por ello su escuela militar se establece con los Tupamaros, estudian en La Habana y sostienen importante vínculos con agrupaciones subversivas en distintos países de la región. El M-19 es la única guerrilla colombiana que logra jugar un papel activo en la lucha Sandinista de Nicaragua, sus nexos fueron ampliamente conocidos en episodios como la toma de la embajada de Nicaragua cuando ese país se encontraba bajo el régimen Somosista, también lograron compartir secretos y estrategias de la lucha armada, y generar una relación casi hermanada que hizo posible que el M-19 enviara hombres a la lucha armada en Nicaragua, y el ejército Sandinista, a su vez, brindara armas y compartiera asesores militares traídos de distintas partes del mundo.

El M-19 estaba dispuesto ganarse el respaldo popular desde su incursión en la vida nacional, y con el robo de la espada, ese apoyo se incrementó ostensiblemente; además de reafirmar una importante y desafiante simbología nacionalista, le otorgó un inmaculado halo de misterio que se mantuvo intacto durante muchos años respecto al destino de la espada, llegando incluso a rumorarse que estaba en la tumba de León de Greiff, paseando descaradamente en el baúl de un Renault 4 por la ciudad, pegada con adhesivo a una elegante mesa de madera en una suntuosa casa al norte de la capital, o fuera del país, como efectivamente sucedió durante casi diez años, por lo que tuvo que ser velozmente traída de La Habana para su entrega oficial tras la desmovilización de sus hombres en 1990.

El Eme en su inició tuvo tantos aciertos como desatinos; en su marcha por el hambre aún bajo la consigna de movimiento anapista logró una significativa movilización popular que con atino, y pese a sus equívocos, logró mantener de su lado varios lustros después. La publicación del diario Mayorías, órgano informativo abanderado de los sectores trabajadores de la Anapo, si bien despertó una gran simpatía entre la muchachada con sed de revolución, también generó gran polémica en algunas esferas de la sociedad, tanta que incluso en una reunión política celebrada en Villa de Leyva, varios dirigentes le solicitaron al General Gustavo Rojas Pinilla ordenará su clausura, pero él se negó reconociendo abiertamente su simpatía por el M-19. Sin embargo, meses después, cuando empezaron a evidenciarse fracturas ideológicas al interior de la Anapo Socialista, y del slogan de lucha del Eme fue excluido el nombre de María Eugenia Rojas, y se produjo el secuestro y posterior ajusticiamiento de José Raquel Mercado, el movimiento insurgente perdió importante apoyo nacional, incluso de la misma Anapo.

Bajo la consigna de que la «justicia del pueblo, la hace el pueblo» la guerrilla sometió al presidente de la C.T.C a un juicio popular, acusándolo de traidor a la clase obrera, a la patria y declarándolo enemigo del pueblo. En su comunicado del 15 de febrero de 1976, el M-19, aún como brazo armado del movimiento anapista, convocó a todas las organizaciones populares y gremiales, religiosas, culturales y estudiantiles, de izquierda y oposición para que promovieran la participación nacional y la aplicación de la justicia popular revolucionaria contra José Raquel Mercado. La idea del juicio popular, pretendía que la ciudadanía escribiera en paredes de la ciudad Sí o No, culpable o inocente para decidir la suerte del secuestrado; para muchos esto fue falso y fueron los mismos guerrilleros quienes se encargaron de colocar los letreros de Culpable en las paredes. El 5 de abril circuló a través de su órgano oficial, el veredicto popular: CONDENADO A MUERTE. Conmutación de la pena a cambio de: 1. Reintegro de los trabajadores despedidos. 2. Estabilidad laboral. 3. Reproducción de está página en la gran prensa oficial.

Después de 64 días de cautiverio, el 19 de abril de 1976, José Raquel Mercado fue ejecutado y está sangrienta acción se convirtió en el primer crimen de guerra perpetrado por el M-19, que aún cuando no causó gran impacto social, se trataba de un obrero, y además de uno considerado traidor, si marcó indefectiblemente lo que sería el desarrollo de la lucha armada en la vida nacional. «Cuando una organización es grande y prestigiosa no necesita hacer una ejecución» declaró el comandante de esa organización Israel Santamaría, meses después.

El 9 de abril de 1978, el M-19 irrumpió en la Casa Museo Jorge Eliécer Gaitán, para acusar a la oligarquía conservadora y liberal del asesinato del caudillo liberal y responsabilizar directamente a las familias Ospina, Lleras, López y Turbay del magnicidio. En el lugar los guerrilleros dejaron banderas, consignas en las paredes y algunas flores como sentido homenaje en el 30 aniversario de la muerte del caudillo. Días después la guerrilla interceptó el bus de la delegación nicaragüense en los juegos centroamericanos de Medellín, repartieron propaganda y escribieron frases solidarias con el movimiento Sandinista. El 10 de mayo se tomaron la embajada Nicaragüense, llenaron sus paredes de consignas y dejaron al embajador con su señora amordazados y atados a un par de sillas; hecho que aún cuando no tuvo mayor relevancia a nivel de medios de comunicación, como gesto simbólico y muestra de irreverencia revolucionaria si permitió que su nombre fuera pronunciado con cierta gracia y simpatía en labios de miembros de otras organizaciones subversivas en Latinoamérica.

La perfectamente ejecutada acción del robo de las armas del Cantón Norte en 1979, si bien fue asumido como un juego para el movimiento, que incluso los llevo a escribir en las paredes de la guarnición militar cosas tan absurdas, como no contaban con nuestra astucia, en realidad se convirtió en un golpe fulminante, tanto para las FFAA, para el establecimiento como para ellos mismos, que además de contar entre sus filas con cerca de 300 hombres y ahora con cinco mil armas que soñaban entregar al pueblo en una gran insurrección armada, los enfrentó en todo su realismo y crueldad al horror de la guerra. El ejército humillado desató una feroz persecución, que llevó a muchos inocentes y combatientes a las salas de torturas de los batallones militares y a buena parte de las cabecillas del movimiento a prisión, muchos de los cuales, tras la realización de fraudulentos consejos verbales de guerra donde eran los peores criminales de las FFAA quienes los juzgaban y torturaban, de la caída del vergonzoso estatuto de seguridad y de la Ley de Amnistía decretada por el presidente Belisario Betancur, recuperaron su libertad retomando la lucha armada.

El M-19, a través de sus audaces y provocadoras acciones, dejó establecido en la historia nacional la posibilidad real de dirimir las diferencias a través del diálogo y la negociación. La toma de la Embajada Dominicana con su posterior solución negociada, al margen de si se produce por conveniencias de orden diplomático, se constituye en el primer diálogo que logra establecerse en el país entre oligarquía y guerrilla con unos resultados concretos y de ganancia compartida. Los 17 embajadores fueron liberados sanos y salvos y los guerrilleros que participaron en la toma, con una fuerte suma de dinero lograron salir del país con todas las garantías a La Habana, Cuba.

En posteriores intentos por buscar el diálogo nacional y alcanzar la paz, si se recorre la memoria histórica del país, e incluso se accede a las actas firmadas por las comisiones de negociación y verificación, se evidencia la madurez que paulatinamente, en medio de los estragos y el horror de la guerra, el M-19 fue alcanzando como organización armada, política y nacionalista, hasta su reintegro a la vida civil logrando una participación política activa dentro del marco de la legalidad a partir de la realización de una Asamblea Nacional Constituyente pluralista y democrática que concluyó en la Constitución de 1991, la carta política más progresiva y social que haya existido en todo el continente americano.

El respaldo popular que recibió el M-19 hasta el final de sus días como movimiento alzado en armas y en su etapa de transición y consolidación en la vida democrática, como se demostró en las urnas, nunca ha sido conquistado por agrupación subversiva alguna en el país. Sin embargo, este apoyo nunca fue gratuito, el Eme se lo ganó a pulso con sus acciones, aunque también es igualmente cierto que fueron muchas de ellas las que se lo arrebataron en determinado momento, aún cuando tiempo después con gestos de sensible reconciliación lograran reconquistar esa simpatía pérdida.

El 15 de marzo de 1985, una vez superado el ataque a traición por parte del Ejército Nacional al campamento de Yarumales, de retomar conversaciones con el gobierno en Los Robles en enero de 1985, el M-19 convocó en la Plaza de Bolívar de Bogotá, a un multitudinario acto, conocido como “Desagravio a la Democracia”. El país entero fue testigo del masivo apoyo que la población le brindaba al movimiento guerrillero y el oficialismo tuvo que reconocer su enorme y amenazante capacidad de convocatoria. El Comando Central del M-19, en medio de esa nutrida manifestación, preguntó al pueblo si deseaban que ellos abandonaran la lucha armada, y el eco de que no lo hicieran tuvo que haberse sentido en el mismo Palacio Presidencial. El movimiento guerrillero entonces invitó a participar activamente a toda la población, sin exclusiones de ninguna índole, en un verdadero proceso de transformación social que les permitiera de verdad ser primero una genuina fuerza democrática y luego ser gobierno; un gobierno pluralista, abierto a las mayorías y a las distintas capas que conformaban la nación. El pueblo selló su pacto con el M-19 y el establecimiento para poderse perpetuar en el poder, entendió que lo debía eliminar. Esto explica el fatal desenlace en la toma del Palacio de Justicia, donde el miedo venció.

La clase dirigente colombiana, algunas fracciones retardatarias del establecimiento y personas que otrora fueron simpatizantes del M-19, apoyadas en un falseamiento de la memoria histórica, han considerado que la toma del Palacio de Justicia ocurrida el 6 de noviembre de 1985, supuso una mancha imborrable en la historia de la organización, achacándoseles toda la responsabilidad por el sangriento desenlace. Sin embargo, las evidencias, material probatorio, testimonios, investigaciones posteriores y una amplia lectura del contexto en el cuál se desarrolló la acción, demostraría que su operación militar contenía un claro sustento político que si bien reflejó una absoluta falta de visión y claridad política que los llevó a exponer de forma suicida algunos de sus mejores cuadros estratégicos ante un poder imposibilitado para sancionar al Presidente como ellos pretendían, determinó el oscuro camino de sangre y barbarie que desde entonces y desde antes, pero con mayor nitidez y cinismo después de los hechos, Colombia ha tenido que padecer. Con la toma del Palacio se quería hacer claridad sobre la ruptura del proceso paz; ante las versiones oficiales que sin controversia publicaban los medios masivos de comunicación, el Eme considero de suma trascendencia llevar a cabo una acción que obligara al establecimiento a hacer públicas las actas de la Comisión de Verificación donde se demostraba la traición del gobierno a los pactos firmados, denunciar al gobierno por el oscuro manejo que se le daban a nuestros recursos naturales y la sumisa entrega del Estado a la banca y la dudosa justicia internacional. El propósito de la toma era enjuiciar públicamente al presidente por traición a través de los magistrados de la Corte Suprema de Justicia, quienes serían los responsables del veredicto, denunciar la corrupción del gobierno, y propiciar un nuevo acercamiento, que con mayores garantías condujera a la creación de un gabinete de paz.

El M-19, que para ese entonces contaba con un enorme respaldo popular, además de perder valiosos hombres, perdió terreno político y su presencia en la vida nacional se vio fuertemente diezmada. Históricamente quedó marcada como una guerrilla, sino homicida, si torpe y engreída, una guerrilla que poseía más confianza en su propia visión militarista que en su propuesta de paz, que creía más en la fuerza que en la razón, que prefería otorgarle más poder a las armas que a su propio discurso político y a su fuerza de convocatoria nacional. Después de esta acción de la cual ni siquiera el país se recupera 22 años después ocurridos los hechos, el Movimiento entró en una especie de limbo emocional que los sumió en la soledad y la depresión; los enemigos de la paz supieron aprovechar la tragedia para señalarlos como una agrupación terrorista y sus amigos y aliados empezaron a cuestionar severamente su torpeza, argumentando que además de irracional no admitía justificación alguna, porque con ella, lo que se había logrado era justificar la represión y la guerra contra el pueblo. «Las acciones aventureras no van a lograr cambios democráticos» aseguró el Comité Ejecutivo de la Confederación Sindical de Trabajadores de Colombia, CSTC.

Álvaro Fayad, jefe máximo del M-19, nunca logró reponerse de la tragedia, y la culpa por haber sido el ideólogo de una acción tan ingenua y desproporcional, que costó la vida de sus amigos y compañeros de lucha, de magistrados que eran objeto de su admiración y de varios civiles inocentes y la desaparición de los empleados de la Cafetería, lo atormentó hasta el día de su muerte cuando fue asesinado en marzo de 1986, dos meses antes que sucediera lo mismo con Gustavo Arias Londoño. Los dos fueron emboscados y fríamente asesinados por agentes del orden fuera de combate. El eme herido y casi derrotado, logró poco a poco volver a integrar sus filas, sin embargo, los dolorosos hechos del Palacio, y su fracasado asalto a Cali con el Batallón América, los enfrentó a su propia vulnerabilidad y entendieron que el pueblo estaba dispuesto a seguir acompañándolos pero no en el camino de la guerra sino de la paz. Fue así como el 17 de marzo de 1989, después de realizar su última acción política con el secuestro y posterior liberación del político conservador, Álvaro Gómez Hurtado, dentro de su nueva consigna de “Paz a las Fuerzas Armadas, guerra a la oligarquía y vida a la nación” el M-19, decidió bajo el gobierno de Virgilio Barco, dar el paso definitivo y firmar la Cuarta Declaración con la que se estableció la mesa de trabajo por la paz y la reconciliación nacional, el análisis y la concertación.

Sobre los hostigamientos, las presiones y el asesinato del comandante Afranio Parra y otros compañeros de lucha armada, ocurridos recién iniciado el proceso de acercamiento con el gobierno, el Eme se mantuvo firme en su propósito de alcanzar una salida negociada al conflicto, y el 2 de noviembre de 1989, aún sobre la sangre fresca de los caídos, firmó el Pacto Político por la Paz y la Democracia.

“En un país despedazado por tantas guerras y fracturado por muchos poderes, alguien tiene que empezar.- dijo Carlos Pizarro en Santo Domingo, Cauca- Hemos asumido este proceso sabiendo que nuestro esfuerzo es parcial y que éste es el único camino hacia la paz. Nuestro primer reto es romper el escepticismo, la incertidumbre y el sentimiento de impotencia de los colombianos. Dejar las armas se ve como una locura e ingenuidad, sin embargo, elegimos hoy este camino porque estamos seguros que la gran mayoría de colombianos necesitamos la paz. Y no una paz cualquiera, no una paz de la intimidación, del silencio o la soledad; necesitamos una país en movimiento, expresando sus sentimientos, luchando por sus ideales, concertando con libertad la solución. Esta vez hemos decidido desarmar nuestra estructura militar para dotarnos de mayor eficacia política. No entregaremos una sola arma al gobierno. Nuestras armas representan una historia de lucha, de compromiso, de sacrificios, de patrimonio del M-19 y de todos sus combatientes. Para ellas, hemos acordado un destino digno.

Nuestra victoria no es negociar con el gobierno; nuestra victoria es haber vencido el miedo a dejar las armas para asumir el riesgo de la paz”.

Y lo asumieron, y hoy nadie puede desconocer que el M-19 condujo un proceso de negociación limpio y honesto de casi un año que le demostró a la sociedad colombiana cómo con verdadera voluntad, transparencia y un genuino compromiso político, era posible conquistar la paz. El Eme supo responder con seriedad y generosidad al llamado del país y su deseo de incursionar en la vida política desde la legalidad y ponerle fin a la lucha armada, se mantuvo sobre toda suerte de agresiones de que fue objeto el proceso, como la orden de arresto en pleno tramite de negociación, la acción del congreso que terminó por desconocer lo pactado y negar el referéndum, y el oscuro asesinato de su líder Carlos Pizarro Leongómez, el 26 de abril de 1990, cuando recientes encuestas sobre las candidaturas presidenciales, demostraban que tenía posibilidades reales de llegar a ocupar la Presidencia de la República.

Para algunos sectores de la sociedad, el sacrificio en la vida de Pizarro representó el precio por el perdón, pero no fue así porque el crimen jamás se puede justificar ni la impunidad tolerar, porque Pizarro era un hombre de paz y de gran valor que le cumplió al país, porque el “perdón”, si es que es pertinente hablar de perdones, fue ganado por el movimiento, no un regalo de la sociedad y menos de la oligarquía; y si el país nacional los apoyó, como quedó evidenciado en las elecciones para la Asamblea Nacional Constituyente, fue porque Colombia pudo reconocer su audacia política, su sacrificio y sincera entrega en la construcción de un camino de reconciliación nacional. Los logros alcanzados en la Asamblea Nacional Constituyente de 1991, forjados a partir de las ideas y el inquebrantable compromiso del M-19 con la sociedad colombiana, nos demostraron que la concertación era posible, que aún cuando los acuerdos de paz que suscribieron guerrilla y gobierno nacional, no se cumplieron en su totalidad, la voluntad por buscar alternativas de afianzamiento democrático fue superior a la muerte, al oscuro deseo de retaliación y al egoísmo recalcitrante que siempre ha caracterizado a nuestra pobre y perversa dirigencia política.

Si leemos con justicia el papel de la guerrilla M-19 en la historia reciente del país, debemos reconocer que su paso fue definitivo en la construcción del país que vivimos hoy; fueron muchas de sus actuaciones las que determinaron para bien o para mal, el derrotero actual, contribuyeron a despejar loables aspectos de nuestra vida nacional, evidenciaron la crudeza de nuestro aparato estatal y afectaron positivamente el desarrollo político actual. Enormes esfuerzos y valientes luchas que hoy parecen desdibujados por la acción criminal de la actual administración, y del ejercicio brutal que los grupos paramilitares en connivencia con el ejército nacional y bajo el amparo de gobiernos locales y políticos tradicionales que han sembrado de sangre y odio el país.

El M-19 supo responder a los retos históricos que se le plantearon a través de su lucha político militar y desde la legalidad como AD-M-19 y a través del destacado ejerció político de varios de sus miembros como Antonio Navarro, Camilo González, Gustavo Petro, Otty Patiño, Vera Grave, Germán Rojas y Marcos Chalita entre otros.

Por ello poco sorprende que 17 años después de su desmovilización y desintegración como fuerza armada, su lucha guerrillera siga siendo traída a la memoria con tanta insistencia. En los debates del Congreso de la República, su nombre sale a relucir una y otra vez, el Presidente cada que intenta un ataque bajo a la oposición, saca a relucir el nombre del M-19, en las calles aún se escuchan consignas, su bandera es ondeada constantemente y el rostro de sus mejores hombres son expuestos en afiches en cada aniversario o en el desarrollo de manifestaciones o protestas ciudadanas. En varios sectores juveniles se recrea una y otra vez su historia, se habla de la necesidad de darle nueva vida reconociendo la vigencia de todos sus planteamientos, de la necesidad de crear otro M-19, se escriben biografías sobre sus más importantes líderes, y poco a poco se van consolidando fuerzas sociales que rescatan su lucha, su memoria y sus ideas.

El M-19 es parte viva del sentir nacional. Por eso su memoria, su ejemplo y su lucha seguirán siendo emulados, aplaudidos y reconocidos, aún sobre las calumnias y el miedo que sigue despertando entre las oligarquías y los sectores más reaccionarios y excluyentes del país.

“Las mayorías tenemos que ser gobierno”
Movimiento 19 de Abril. M-19

MOVIMIENTO 19 DE ABRIL (M-19)

M-19 es una abreviatura de Movimiento 19 de Abril. Inicialmente fue un movimiento insurgente colombiano que empleaba tácticas de guerrilla urbana, especialmente golpes de opinión, y posteriormente ante su desmovilización se convirtió en un movimiento político de izquierda que desapareció. Hoy día sus más influyentes militantes vivos participan en otros movimientos políticos.

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Antecedentes [editar]

El 13 de junio de 1953, el General Gustavo Rojas Pinilla propinó al gobierno conservador de Laureano Gómez el único golpe de estado que tuvo éxito en el siglo XX en Colombia. Debido al notorio deterioro del orden público este golpe era considerado como inminente por las clases gobernantes del momento. Tras muchas vicisitudes, Rojas renunció al poder el 10 de mayo de 1957 y se instauró una junta militar como gobierno de transición. Los dos partidos políticos dominantes (liberal y conservador) crearon una coalición llamada Frente Nacional con la idea de terminar con la violencia bipartidista que azotaba al país. De esta manera, también pretendían garantizar su alternancia en el poder y el reparto de los cargos burocráticos por partes iguales.

Tras renunciar, Rojas viajó a República Dominicana y allí recibió asilo político de parte del gobierno del dictador Rafael Leonidas Trujillo. Regresó a Colombia en 1962 y fundó la ANAPO (Alianza Nacional Popular), movimiento político con el cual se presentó a las elecciones de ese año en las que obtuvo el cuarto lugar. En 1966 el candidato de la ANAPO fue José Jaramillo Giraldo.

En 1970 Rojas se había transformado en un caudillo populista con gran arraigo entre la población colombiana y se presentó a las elecciones presidenciales del 19 de abril de 1970, enfrentándose al candidato del Frente Nacional Misael Pastrana Borrero. Las elecciones resultaron bastante reñidas y el resultado oficial fue de 1.625.025 votos por Pastrana y 1.561.468 votos por Rojas. De esta manera la Corte Electoral proclamó a Pastrana como presidente para el periodo 1970-1974, aunque las denuncias por fraude no se hicieron esperar ante la interrupción del escrutinio total que se postergó hasta el día siguiente el conteo final, cuando la la victoria que para Gustavo Rojas Pinilla parecía segura, pasó a ser de Misael Pastrana.

Rojas y sus partidarios siempre acusaron de fraudulentas estas elecciones y muchos testimonios de personas prestantes dentro de la política y las fuerzas armadas de la época parecen dar visos de verdad a dicho reclamo.

Historia [editar]

Como consecuencia de un supuesto fraude electoral, en 1974 Jaime Bateman, Alvaro Fayad, Ivan Marino Ospina, Lucho Otero, (exmilitantes de las FARC), y otros como Carlos Toledo Plata (representante del ala socialista de la ANAPO) e Israel Santamaría, conformaron el M-19. Este grupo que desde el comienzo realizó actividades bastante notables y dignas de un despliegue noticioso, como el robo de la espada de Simón Bolívar en la toma de la Quinta de Bolívar realizada el 17 de enero de 1974 proclamando Bolívar, tu espada vuelve a la lucha. Su consigna de combate era Con el pueblo, con las armas, al poder.

En febrero de 1976 secuestraron al dirigente sindical José Raquel Mercado, quien era el presidente de la Confederación de Trabajadores de Colombia (CTC) y el 19 de abril de 1976 le dieron muerte en un hecho que conmocionó al país.

Durante el gobierno de Julio César Turbay (1978-1982) realizaron varios hechos notables:

  • Desde una residencia construyeron un túnel de más de 80 metros que salía a una guarnición militar conocida como Cantón Norte en Usaquén, una localidad al norte de Bogotá, y el 31 de diciembre de 1978 sustrajeron más de cinco mil armas. Este hecho provocó una ola de represión por parte de las autoridades gubernamentales, dentro de la cual muchas personas fueron torturadas en los establecimientos militares.
  • El 27 de febrero de 1980 un grupo de doce guerrilleros del M-19 al mando de Rosemberg Pabón, quien recibía el nombre de Comandante Uno y de Lucho Otero quien dirigió la toma intelectualmente, tomaron la Embajada de la República Dominicana mientras se celebraba una recepción diplomática con objeto de conmemorar la fiesta nacional de ese país. Entre los rehenes habían representantes diplomáticos de varios países, incluyendo al embajador de Estados Unidos Diego Ascencio y el Nuncio Apostólico. El M-19 pedía la liberación de cerca de 320 de sus hombres que se encontraban prisioneros y una cantidad elevada de dinero para liberar a los rehenes, después de 61 días y luego de un prolongado proceso de negociación, el comando guerrillero entregó los diplomáticos retenidos y viajó en un avión a Cuba. En el año 2000, Ciro Durán realizó una película que muestra apartes de esta toma guerrillera.

Como consecuencia de la acción represiva contra sus células en las ciudades, el M-19 limitó su carácter urbano y se replegó a las montañas, pero este era un campo que no conocían y sufrieron varios reveses.

Durante el gobierno de Belisario Betancur (1982-1986), Bateman por entonces dirigente máximo del M-19, propuso al gobierno celebrar una reunión en Panamá con el propósito de adelantar diálogos que permitieran solucionar el conflicto. Sin embargo, Bateman murió el 28 de abril de 1983 en un accidente de aviación, al parecer mientras se dirigía a Panamá y las negociaciones se suspendieron.

En 1985 el M-19 asociado con varios grupos guerrilleros en la llamada Coordinadora Nacional guerrillera, llevan a cabo la mayor masacre de toda la historia colombiana: 186 jovenes (hombres y mujeres) son brutalmente torturadas y posteriormente asesinados por los guerrilleros Jose fedor Rey alias "Javier delgado" y Hernando Pizarro Leongomez alias "pescado" ( hermano del comandante del M-19 Carlos Pizarro Leongomez)

En 1985 el M-19 protagonizó su acción más sonada, la toma del Palacio de Justicia, hecho que aún hoy día continúa dividiendo la opinión pública. El día 6 de noviembre de 1985 un comando del M-19 compuesto por 35 guerrilleros al mando de los comandantes Andrés Almarales y Lucho Otero, ocuparon militarmente el Palacio de Justicia en plena Plaza de Bolívar en Bogotá, tomando rehenes y exigiendo que se citase al Presidente a juicio. La subsecuente reacción del ejército provocó una confrontación armada, en medio de la cual cayeron la mayoría de los miembros del comando guerrillero y -según los cálculos oficiales- otras 53 personas civiles, incluyendo a varios magistrados de la Corte Suprema de Justicia, debido al fuego cruzado indiscriminado entre las partes como consecuencia de la acción militar, en lo que podría considerarse como una masacre. Los hechos que ocurrieron en esas horas aciagas para la historia de Colombia, continúan sin ser esclarecidos totalmente ya que de una y otra parte se siguen lanzando acusaciones de tanto en tanto.

Los miembros del M-19 han dicho en varias oportunidades que el ejército deliberadamente sacrificó a muchas personas, mientras que el ejército y otros sectores de la política nacional consideran que ante las pretensiones declaradas por el M-19 durante la toma no era posible negociar una salida que no condujese a una humillación estatal. Algunas veces también se ha argumentado que personal del edificio como Andrés Almarales supuestamente habría sido sacado vivo del Palacio de Justicia por miembros de las Fuerzas Armadas y luego habría sido reintroducido al mismo y presentado como muerto en combate, después de haber muerto como consecuencia de recibir un disparo en la cabeza a contacto.

Según algunos de los críticos, entre los que se cuentan varios de los familiares de las víctimas de la fallida toma del Palacio de Justicia y Álvaro Uribe, el M-19 contó con el apoyo de las mafias del narcotráfico para ejecutar tal operación. Dentro de ese marco, la toma del Palacio la habría provocado la necesidad de destruir los expedientes de algunos narcotraficantes. Dichas acusaciones no han sido comprobadas y, judicialmente, una investigación de la época concluyó que no se había presentado tal relación en esa operación.

En este tiempo conformaron la Coordinadora Nacional Guerrillera (CNG) en asocio con el Comando Ricardo Franco Frente-Sur y el Movimiento Armado Quintín Lamé, en 1987 esta Coordinadora se reestructuró, añadiéndose las FARC, el EPL y el ELN y se dio a conocer como Coordinadora Guerrillera Simón Bolívar (CGSB). El propósito de esta Coordinadora era presentar un frente unido en las negociaciones de paz emprendidas con el gobierno y además realizar acciones militares conjuntas.

Desmovilización [editar]

En el proceso de negociaciones de paz durante el mandato del presidente Virgilio Barco Vargas, el grupo guerrillero había hecho énfasis insistentemente en que uno de los principales requisitos para deponer las armas era la creación de una Asamblea Nacional Constituyente para modificar la constitución la cual hasta entonces no garantizaba la creación y desarrollo de otros partidos políticos diferentes a los dos partidos tradicionales, ni daba espacio de representación a las minorías. Ante la negativa del gobierno de hacer una consulta popular que autorizara el cambio constitucional incluyendo una opción en las papeletas para las votaciones generales del 11 de Marzo de 1990, los estudiantes, en particular los de las universidades, decidieron hacer un movimiento a nivel nacional para que la población incluyera una "Séptima Papeleta" ordenándole al ejecutivo que conformara una Asamblea Nacional Constituyente.

El 8 de marzo de 1990 realizaron la entrega de armas en su campamento de Santo Domingo liderados por su entonces comandante máximo Carlos Pizarro León-Gómez y se desmovilizaron para convertirse en grupo político que se conoció como Alianza Democrática M-19.

Para la contienda electoral de 1990 tenían como candidato a la presidencia a Carlos Pizarro, pero este fue asesinado el 26 de abril de 1990 dentro de un avión en pleno vuelo, al parecer por sicarios a órdenes de las mafias del narcotráfico. En su remplazo se presentó Antonio Navarro Wolf logrando el tercer lugar detrás de César Gaviria Trujillo y Álvaro Gómez Hurtado con 739.320 votos y superando al candidato del partido conservador Rodrigo Lloreda.

Durante el gobierno de César Gaviria (1990-1994) se presentaron a las elecciones de la Asamblea Nacional Constituyente y obtuvieron 19 puestos logrando la votación más alta que grupo alguno tuviera para dicho estamento, convocado con objeto de redactar la Constitución de 1991. Antonio Navarro logró ser uno de los tres presidentes de la Asamblea.

Antonio Navarro fue ministro de Salud durante el gobierno de César Gaviria y ha continuado siendo figura relevante de la política del país, como alcalde de la ciudad de Pasto, Representante a la Cámara, Senador, pre-candidato presidencial y Secretario general del Polo Democrático Alternativo.

Actualidad [editar]

El M-19 ya no existe formalmente como movimiento militar o político particular; sin embargo, su pensamiento y proceso sigue latente dentro de las instituciones universitarias estatales del país.[cita requerida] Varios de sus antiguos miembros hacen parte de la coalición de izquierda conocida como el Polo Democrático Alternativo, mientras que otros como Ever Bustamante, Rosemberg Pabón y Luis Alberto Gil han acompañado al gobierno de Álvaro Uribe Vélez.

En la comunidad universitaria, y muy especialmente dentro de la Universidad Nacional de Colombia existen numerosos grupos que reinvindican los hechos y personajes que motivaron a lo largo de la década de los setentas y ochentas el actuar armado del M-19. Ahora bajo las banderas de la democracia, el movimiento ha tomado un nuevo rumbo que se evidencia en sus consignas; ¡Con el pueblo, con las ideas, al poder! es la nueva formula de la vieja consigna ¡Con el pueblo, con las armas, al poder![cita requerida]

Su tarea era custodiar la frontera entre Berlín Oriental y el sector occidental
Foto: archivo

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Alemania: Órdenes para matar
francisco olaso Berlín, 10 de septiembre (apro).- En el verano de 1961, Conrad Schuhmann tenía 19 años y era soldado en la República Democrática Alemana (RDA). Su tarea era custodiar la frontera entre Berlín Oriental y el sector occidental, a cargo de la fuerza de ocupación francesa. Para ese entonces 2.7 millones de alemanes orientales ya habían abandonado el país; pero todo cambió la noche del 12 al 13 de agosto de 1961: En un gigantesco operativo, la RDA cerró los pasos fronterizos de la ciudad, y comenzó a erigirse el muro que dividiría la ciudad durante más de 28 años.

El 15 de agosto, el paso fronterizo bajo la custodia de Schuhmann seguía siendo sólo un cerco alambrado. Después de mirar en todas direcciones, emprendió la carrera y saltó sobre la cerca. Su imagen con el casco puesto y el fusil a punto de ser arrojado apareció en la prensa occidental a partir del día siguiente.

Para los detractores del modelo socialista, la foto constituía un testimonio incontestable. Para las autoridades de la RDA, la fuga de sus ciudadanos significaba una catástrofe económica y evidenciaba la desconfianza en el sistema. La deserción de los guardias fronterizos era aún más grave. Por eso se extremaron las medidas.

“Para evitar cualquier intento de deserción de efectivos (para huir) por la frontera, se hace necesario que usted reconozca previamente y luego frustre la estrategia del traidor (...) En caso de necesidad, debe usted usar el arma de fuego de manera consecuente para detener al traidor o bien liquidarlo”, establece un documento secreto de la Stasi, la policía secreta de la RDA, que ha causado un gran revuelo en Alemania desde su aparición, el pasado 11 de agosto.

El escrito, titulado Orden: Evitar las deserciones, data de 1973 y está dirigido a una unidad de la Stasi denominada Defensa Externa, responsable de infiltrar las propias fuerzas militares dedicadas al control fronterizo para abortar cualquier intento de fuga.

El testimonio contradice las declaraciones de los más altos dirigentes de la RDA, quienes desde su caída en desgracia niegan haber aprobado ese tipo de órdenes para agentes de la Stasi o guardias fronterizos.

El documento de siete páginas fue recibido por el sargento de la Stasi, Manfred L., de manos de su superior, el teniente Eberhard Starke, cuando el primero se encontraba infiltrado en un regimiento de frontera de la RDA.

Defensa Externa, la unidad de la Stasi a la que ambos pertenecían, se encargaba de la “solución de tareas específicas”, eufemismo que, en la jerga de la policía secreta, significaba asesinatos por encargo, secuestros y otras operaciones ilegales. Los ejecutores, tales como Manfred L., eran llamados “combatientes solitarios”.

Los muertos del Muro

El documento fue encontrado en la delegación de la Oficina Federal de Actas de la Stasi de Magdeburgo. Otro escrito similar, que data de 1974, fue publicado en 1997 por el investigador Helmut Müller-Enbergs, pero muchos expertos lo pasaron por alto, incluida Marianne Birthler, responsable de la Oficina Federal de Actas de la Stasi.

En realidad la “orden de disparar” que ahora domina el debate ya había sido comprobada en las investigaciones de un proceso judicial. Entre 2000 y 2003, un tribunal berlinés investigó la muerte de Michael Gartenschläger, ocurrida en mayo de 1976.

Gartenschläger había pasado 10 años detenido en la RDA por participar en las protestas contra la construcción del Muro. En 1971, la República Federal de Alemania compró su libertad en 40 mil marcos. Ya en el Oeste, Gartenschläger contribuyó a la fuga de 31 ciudadanos germano-orientales. La noche del 1 de mayo de 1976, organizó un operativo para desactivar una mina colocada en la línea fronteriza. Como la Stasi estaba al tanto de su plan, fue asesinado por agentes de Defensa Extrema.

El tribunal berlinés condenó a una pena de prisión a Wolfgang Singer, el teniente de la Stasi a cargo del comando que ejecutó la orden. Sin embargo, Singer quedó finalmente libre porque el delito había prescrito. Sus superiores, Helmut Heckel y Karl Kleinjung, quienes habrían impartido la orden, fueron absueltos por falta de pruebas.

Mujeres y niños

“Es su obligación usar sus habilidades tácticas de combatiente solitario a fin de quebrar las intenciones del contraventor de fronteras, detenerlo o bien liquidarlo, y de este modo abortar su plan de violación de la frontera”, advierte el apartado 2 del documento.

“No dude en usar su arma de fuego, incluso si en el intento de fuga participan mujeres y niños, táctica que los traidores ya han utilizado con frecuencia”, agrega el texto.

Las órdenes se dirigían específicamente contra los guardias fronterizos, de cuyas filas desertaron 2 mil 800 elementos que se refugiaron en el Oeste.

Como nunca se había encontrado un escrito oficial del gobierno de la RDA que contuviera la orden de disparar, en general, contra cualquier ciudadano que pretendiera escapar del país, los antiguos dirigentes de la República Democrática Alemana siempre habían asegurado que no fue emitida una instrucción de esa naturaleza, aunque hasta la caída del Muro, en 1989, unas mil 200 personas habían muerto en la frontera, incluyendo niños.

En marzo de 1966, Jörg Hartmann y Lothar Schleusener tenían 10 y 13 años, respectivamente. Jörg vivía con su abuela en Berlín Oriental. Su padre vivía del otro lado, en Berlín Occidental. Los niños discutieron el plan. No podía ser difícil. Simplemente había que arrastrarse por un caño de desagüe y emerger del otro lado del Muro. Los guardias de frontera abrieron fuego y los mataron. Los cadáveres de los niños fueron cremados en secreto, y a las familias se les dijo que habían muerto en sendos accidentes.

El uso de armas de fuego contra niños estaba expresamente prohibido por las leyes de la RDA, sin embargo, los dos guardias que los acribillaron, Siegfrid B. Y Paul P., fueron condecorados. En 1969, el futuro jefe de Estado de la República Democrática Alemana, Erich Honecker, entonces secretario del Consejo Nacional de Defensa, sostuvo la necesidad de usar armas para impedir las fugas; y dijo que quienes las emplearan exitosamente serían dignos de elogio.

El Muro de Berlín constaba en realidad de dos muros, con una franja entre ambos, conocida como franja de la muerte. El 25 de diciembre de 1983, los hermanos Silvio y Carlo Proksch decidieron cruzarla. Supusieron que ese día de Navidad las guardias serían menos estrictas. El anochecer se presentó propicio: llovía y había bruma. Cuando Silvio trepó la escalera y saltó el primer muro, sonaron las alarmas y se encendieron los reflectores. Su hermano, todavía del lado oriental, oyó que los guardias gritaban: “¡Alto! ¡Quieto ahí!”. De inmediato sonaron los disparos. Como no volvió a escuchar la voz de Silvio, su hermano dedujo que lo habían alcanzado.

Pudo escapar y, ya de vuelta en casa, relató a sus padres y hermanos lo ocurrido. El temor se apoderó de la familia. Pasaron varios días antes de atreverse a denunciar la desaparición de Silvio. Padres y hermanos fueron interrogados durante horas por agentes de la Stasi, que presionaban en busca de mayor información, y les decían que ninguna persona con ese nombre figuraba como muerta y que esa noche nadie había cruzado ilegalmente la frontera.

La familia sólo pudo conocer la verdad en 1990, tras la caída del Muro: las balas habían penetrado en el vientre de Silvio Poksch. Murió desangrado. Tenía 21 años. El cadáver fue retirado de la morgue por la Stasi y desapareció sin dejar huellas.

Impunidad

La fiscalía de Magdeburgo piensa abrir una investigación sobre el caso del combatiente solitario Manfred L., aunque en todas las indagatorias y procesos judiciales relacionados con el tema ha imperado la impunidad. Sólo seis comandantes de las tropas fronterizas de la RDA fueron condenados, en 1996, a la reclusión carcelaria.

El jefe de la fuerza, Klaus-Dieter Baumgarten, fue indultado por el Senado berlinés cuatro años más tarde, y de los soldados a su cargo únicamente dos cumplieron penas de prisión, mientras que a otros 77, igualmente condenados, se les permutó la pena por un régimen de libertad vigilada. En 1989, la Stasi contaba con 91 mil agentes de carrera y 173 mil colaboradores no oficiales. Solamente su jefe, Erich Mielke, fue sentenciado en 1993 a seis años de prisión, pero por un delito previo.

Desde la Oficina Federal de Actas de la Stasi, su titular, Marianne Birthler, manifiesta que la aparición del documento en cuestión demuestra la necesidad de que se siga investigando. El organismo es muy cuestionado, por tener todavía entre sus empleados a antiguos colaboradores de la Stasi, y por no abrir las actas a los investigadores particulares.

“En la RDA había orden de eliminar a las personas que intentaran violar la frontera, cuando esto no se podía evitar de otra manera”, comenta Christof Schaefgen, quien fue fiscal de los procesos que se siguieron contra Erich Honecker a partir de 1990.

No le extraña la ausencia de órdenes escritas por parte del gobierno para tirar a matar. “Ningún régimen describe sus procedimientos de manera clara cuando sabe que comete un delito”, dice. “Pero cuando mujeres y niños son muertos en la frontera, y a los culpables no se los acusa, sino que se los condecora, está muy claro cuál es la orden que rige de hecho.”

LOS AMERICANOS SON UNOS ESTUPIDOS

Gobiernos federal y del DF sortean enfrentamiento tras siete horas de negociación

Con vivas a los desaparecidos políticos, Rosario Ibarra da el Grito de los libres

Miles de personas optan por abandonar el Zócalo para no escuchar a Felipe Calderón

Jaime Avilés

Miles de integrantes de la CND permanecieron en el Zócalo durante todo el día y se retiraron casi a las 22 horas
Miles de integrantes de la CND permanecieron en el Zócalo durante todo el día y se retiraron casi a las 22 horas Foto: Víctor Camacho

A una propuesta de Jesusa Rodríguez, después de votarla a mano alzada, decenas de miles de personas abandonaron el Zócalo anoche apenas concluyó la ceremonia del Grito de los libres. Fue el final de una larga y tortuosa jornada que empezó el viernes a las dos de la tarde, pero tuvo momentos de alta tensión poco antes del amanecer del sábado.

Siete horas de negociación entre representantes de los gobiernos federal y capitalino produjeron un acuerdo para poner fin a la guerra de los equipos de sonido que había ensordecido a la multitud desde las dos de la tarde. Sin embargo, el pacto fue roto pasadas las nueve de la noche por la gente de Palacio Nacional, que subió al máximo el volumen de sus poderosas bocinas para tratar de sofocar las palabras que desde el templete ubicado ante el hotel Majestic tachaban a Felipe Calderón de “espurio”, “pelele” y “ratero”.

Lo convenido era que el Grito de los libres se desarrollaría sin obstáculos de nueve a 10 de la noche, y que de 10 a 11 la plaza quedaría a disposición del gobierno federal, culminando con el otro Grito, tras el cual ambos bandos ocuparían el cielo con sus artificios de pirotecnia.

Pero la historia viene de mucho más atrás. El Estado Mayor Presidencial ocupó la cuarta parte del Zócalo ante la fachada de Palacio Nacional desde el viernes de la semana anterior. A lo largo de ocho días hubo un forcejeo permanente entre los custodios de esa frontera y de los usuarios y expositores de una feria artesanal organizada por la Secretaría de Cultura del Distrito Federal, que ocupaba el resto de la plancha.

El temor de los militantes de la Convención Nacional Democrática (CND) era que la noche de anteayer viernes el EMP intentara adueñarse de toda la Plaza Mayor, por lo que desde las dos de la tarde de ese día aparecieron dos docenas de tiendas de campaña ante las rejas de la absurda línea Maginot.

Durante la noche los refuerzos se multiplicaron en la medida que la Policía Federal Preventiva (PFP) y los soldados incrementaran su presencia dentro y delante del palacio, todo ello mientras en una y otra orilla de la plaza eran edificados los escenarios para las respectivas ceremonias.

Duelo de bocinas

Para el grito de Felipe Calderón, la firma OCESA trajo el equipo de sonido considerado más potente de América Latina, que colgó en impresionantes torres de bafles desde las plumas de media docena de grúas. Las pruebas de audio efectuadas el viernes por la noche barrían toda la superficie del Zócalo y no le permitían a la gente ni siquiera hablar.

Ante esto, Marcelo Ebrard sacó la casta y mandó traer dos equipos de sonido que en conjunto superaron por algunos cuantos decibeles al de OCESA, cosa que irritó sobremanera al Estado Mayor Presidencial.

Tanto así, que el sábado a las cuatro de la mañana contingentes de la PFP armados con escudos, toletes, cascos, rodilleras y hombreras, como si fueran a una gesta en defensa de Ulises Ruiz, rodearon súbitamente las torres de sonido del GDF, lo que hizo salir de sus tiendas de campaña y sarapes a cerca de mil 500 militantes de la CND que de inmediato se subieron al escenario colocado ante el hotel Majestic y se dispusieron a defenderlo con sus cuerpos, mientras mensajes de teléfono celular daban aviso a los blogs de la Resistencia Civil Pacífica, que a su vez comenzaron a emitir llamados a que toda la gente que pudiera se dirigiera en ese momento al Zócalo “para defender la plaza, desde adentro o desde afuera” como lo pidió, por ejemplo, el del Sendero del Peje.

Entonces la intervención de los granaderos de la policía capitalina se desplegó a prudente distancia, lo que obligó a los de la PFP a replegarse a Palacio Nacional poco después de las cinco de la mañana. Pero entonces vino la contraofensiva. Alrededor de las siete, como en un extraño juego de ajedrez, el GDF adelantó seis grúas con sus respectivas torres de bocinas hasta el centro de la plaza, alineadas a la izquierda y a la derecha del astabandera y a pocos metros de las torres de altavoces de OCESA, lo que produjo una imagen de batalla medieval, sólo que en lugar de catapultas las armas apuntadas frente a frente eran grúas con bocinas.

Tres horas después, los de la PFP regresaron al Zócalo y rodearon las grúas capitalinas, lo que revelaba profunda indignación de los calderónicos que habían perdido su ventaja tecnológica debido al movimiento estratégico del adversario. Esto puso en alerta de nuevo a la CND, cuyos militantes temieron que los del bando opuesto trataran de cortar los cables o echaran a perder con cubetazos de agua los sistemas electrónicos de las bocinas de vanguardia.

Pero de nuevo la calma se restableció en breve, para dar paso a lo que sería una verdadera tortura para miles y miles de personas durante las horas siguientes, cuando ambos equipos de sonido se enfrascaron en un duelo de músicas y discursos que por momentos era sin duda alguna enloquecedor, pero como no podía ser de otra manera, le deparó ganancias adicionales a Carlos Slim, porque las farmacias de los Sanborns aledaños hicieron su agosto en septiembre vendiendo tapones para los oídos.

En ese contexto comenzó una negociación entre representantes de los dos mariscales de campo, que se prolongó desde las dos de la tarde hasta las ocho y media de la noche, cuando convinieron que el Grito de los libres silenciaría las bocinas de Calderón de nueve a diez de la noche.

Entonces, en una jugada imprevista, Jesusa Rodríguez, Froylán Yescas, Rafael Hernández, Ricardo Ruiz y los integrantes del “gabinete legítimo” de Andrés Manuel López Obrador ocuparon el escenario del GDF e iniciaron la ceremonia del Grito de los libres, con consignas de apoyo a Andrés Manuel y lluvias de epítetos negativos contra Calderón. Éste demostró que no era capaz de aguantar que le gritaran “pelele”, “espurio” y “ratero”, a lo que respondió mandando al escenario a una muchacha de aspecto típicamente panista, con cara y voz de vinagrillo, lo más parecido a Gabriela Cuevas, quien sirviéndose de toda la potencia de las bocinas de OCESA disparó sobre el Zócalo sus horripilantes notas canoras, con lo que la batalla del ruido que se había verificado en la tarde se reanudó, pero esta vez con el Zócalo repleto de poco menos de 100 mil personas que quedaron atrapadas entre dos fuegos, la mayoría de las cuales sin embargo se esforzaba por contrarrestar las vociferaciones de la panista, coreando a todo pulmón el segundo apellido de López Obrador, mientras Jesusa desde el templete del hotel Majestic se desgañitaba recordando al público que Calderón no había atraído al Zócalo a nadie que tuviera ganas de apoyarlo, y que detrás de las vallas había 5 mil aspirantes a la Policía Federal Preventiva, a quienes para hacer méritos el gobierno federal los citó en el Zócalo desde las seis de la mañana.

En punto de las 9:45 de la noche, tal como había quedado establecido en el acuerdo que Calderón rompió, la senadora Rosario Ibarra de Piedra, designada por la CND, pronunció la arenga del Grito de los libres, y fue en ese único instante cuando la esperpéntica música panista desde el otro lado de la plaza desapareció.

“¡Vivan los héroes que iniciaron la lucha por darnos patria y libertad!”, exclamó la vieja e invencible luchadora regiomontana, antes de pedir vivas para Miguel Hidalgo, Josefa Ortiz de Domínguez, José María Morelos, Leona Vicario y, subrayadamente, “los presos y desaparecidos políticos que dieron todo por la libertad de este país”, palabras que cerraron de emoción la garganta de miles, pues en ellas estaba implícito el recuerdo del joven guerrillero Jesús Piedra Ibarra, secuestrado en 1975 por el gobierno de Luis Echeverría.

Y entonces, una vez que una débil campanita como de sacristía sonó varias veces con timidez, el Grito de los libres llegó a su fin, y Jesusa Rodríguez retomó el micrófono para hacer las siguientes preguntas: “¿Nos vamos o nos quedamos?”, tras lo cual argumentó la conveniencia de que la multitud se retirara “para que se quede solo el pelele y la banda de mafiosos que están en Palacio Nacional”. Por notoria mayoría se aprobó la retirada que, a querer o no, marca un hito en la historia de México, pues hasta donde esta crónica recuerda, nunca había acontecido en un 15 de septiembre algo así.

Pero lo más importante es que esas decenas de miles de seguidores de López Obrador que aceptaron la oferta de la prudencia, abandonaron el Zócalo lamentando en lo más profundo del corazón que su propia grandeza política los obligara a desperdiciar la ocasión de pronunciar una mentada de madre masiva, con la que llevaban soñando sin duda largos meses. Ahora, la próxima cita para la CND de nuevo en el Zócalo será el 20 de noviembre y con la participación estelar de quien al menos la mitad de los electores de este país considera el verdadero presidente de México.

Velos tricolores taparon las fotos de AMLO y a su seguidores que aún quedaban a las 11 de la noche

Calderón sólo vio el tercio de Zócalo tomado por el EMP

Dividida con vallas, la Plaza de la Constitución fue testigo del primer Grito del michoacano

Montones de bocinas a ras de tierra acallaron vítores tanto de panistas como de lopezobradoristas

Arturo Cano y Claudia Herrera

Simpatizantes de Andrés Manuel López Obrador desplegaron ayer en el Zócalo una larga manta en apoyo al “presidente legítimo”, la cual fue tapada con otra, tricolor, por elementos del Estado Mayor Presidencial momentos antes de la ceremonia del Grito de Independencia encabezada por Felipe Calderón Hinojosa
Simpatizantes de Andrés Manuel López Obrador desplegaron ayer en el Zócalo una larga manta en apoyo al “presidente legítimo”, la cual fue tapada con otra, tricolor, por elementos del Estado Mayor Presidencial momentos antes de la ceremonia del Grito de Independencia encabezada por Felipe Calderón Hinojosa Foto: José Antonio López
El Zócalo capitalino, anoche a la hora del Grito de Felipe Calderón
El Zócalo capitalino, anoche a la hora del Grito de Felipe Calderón Foto: José Núñez
Jesusa Rodríguez (al micrófono) e integrantes del gabinete del “gobierno legítimo” durante el Grito de los libres, ayer en la Plaza de la Constitución de la ciudad de México
Jesusa Rodríguez (al micrófono) e integrantes del gabinete del “gobierno legítimo” durante el Grito de los libres, ayer en la Plaza de la Constitución de la ciudad de México Foto: José Carlo González
Euforia, en otro aspecto del Grito de los libres a ras de la plancha del Zócalo.
Euforia, en otro aspecto del Grito de los libres a ras de la plancha del Zócalo. Foto: José Carlo González
Simpatizantes de Andrés Manuel López Obrador y Felipe Calderón, al término de la ceremonia que encabezó el Presidente de la República en Palacio Nacional
Simpatizantes de Andrés Manuel López Obrador y Felipe Calderón, al término de la ceremonia que encabezó el Presidente de la República en Palacio Nacional Foto: Víctor Camacho
Felipe Calderón con su familia en el balcón central de Palacio Nacional, luego de la ceremonia del Grito
Felipe Calderón con su familia en el balcón central de Palacio Nacional, luego de la ceremonia del Grito Foto: Ariel Gutiérrez /Notimex
Un hombre camina junto a las figuras de personajes de la Independencia que se instalaron en los arcos del GDF para los festejos patrios
Un hombre camina junto a las figuras de personajes de la Independencia que se instalaron en los arcos del GDF para los festejos patrios Foto: José Carlo González

Corramos un discreto velo sobre la parte pecaminosa de esta fiesta, habría escrito el argumentista de cuentos de monitos. El gobierno de Felipe Calderón borra así, con un discreto velo tricolor, los pocos cartelones y fotos de Andrés Manuel López Obrador que quedan a esa hora, las 11 de la noche, para que en su primer grito zocalero, el panista sólo vea el tercio de la plaza tomado por el Estado Mayo Presidencial.

Sólo eso falta. Porque este 15 de septiembre, Calderón pasa del gasolinazo al bocinazo. Y acá en Palacio Nacional las consignas de los pocos lopezobradoristas que permanecen en la Plaza de la Constitución son sólo un rumor. Es decir, Felipe Calderón, su gabinete e invitados ya no las oyen. Y ahora, gracias a las veinticinco mantas tricolores desplegadas al final del tercio calderonista del Zócalo, justo con el balcón central de Palacio como eje, tampoco los ven.

Es decir, les grito, pero ni los veo ni los oigo, homenaje septembrino y patrio a la originalidad del segundo gobierno del cambio.

El bocinazo les cuesta a todos, porque nadie oye nada. Cuatro enormes grúas cargadas de bocinas son completadas con montones de cubos de sonido puestos como dados a ras de tierra. Retiembla el pavimento; retiembla la plaza, no a cañonazos, sino a bocinazo limpio.

Las mantitas desaparecieron de la vista de los invitados y del presidente Felipe Calderón. Unos cuantos carteles insultantes, algunas fotos de El Peje, unos globos blancos, justo cuando el mandatario hizo su aparición para dar el ortodoxo grito que eligió: los héroes esenciales de la Independencia, y nada más.

“Ahí viene, ahí viene!” “¡Uuuuuuuuhhhh!”, vitorean los invitados especiales no tan especiales, es decir, los que pueden ver el Grito no en los balcones, sino abajo, aunque protegidos por filas interminables de soldados vestidos de civil. Hace un año el clamor zocalero era “voto por voto”. Vicente Fox se había ido con la fiesta a otra parte y la plaza era del “movimiento de resistencia civil”. Ahora los gritos se pierden, incluso los muy pocos favorables.

Cuatro o cinco veces, un pequeño grupo de jóvenes detrás de la primera valla exclama, sobre todo en los breves silencios entre una pieza musical y otra: “¡Felipe, Felipe, Felipe!” Cuando la figura de Calderón asoma en el balcón central, los jóvenes se roban la consigna lopezobradorista: “¡Pre-si-den-te, Pre-si-den-te!” Son pocos y la gente de alrededor no los sigue.

Dividido el Zócalo a la manera de corrales. En la primera parte, pegada a Palacio, están los equipos de sonido, las bandas militares de música, la prensa y los invitados especiales. Tras una primera valla está el grupo de jóvenes gritones. Uno de ellos clama, emocionado: “¡Este sí es el bueno!” Sus amigos lo regañan e intentan corregir: “¡El otro es candidato, el otro es candidato!”

Felipe Calderón cumple el ritual. Toca la campana. Ondea la enseña patria. Los jóvenes lo apoyan aunque no los oiga. Son unos cuantos, pero a ellos sí los ve. Los de atrás han salido de la mirada de los invitados, como Ruth Zavaleta, la presidenta de la Cámara de Diputados, salió de las pantallas el pasado primero de septiembre. Ahora, sin embargo, no podrán decir que fue una falla técnica.

Antes que el cielo se inunde de luces, los jóvenes vuelven a gritar: “¡Viva Felipe Calderón!” “¡Viva!” En medio de ellos levanta el puño derecho y grita con fuerza Mariana Gómez del Campo, presidenta del PAN en el Distrito Federal, y prima de Margarita Zavala, la esposa del Presidente de la República.

¿Lo que las urnas non dan, EMP presta?

Alguna vez, refiriéndose a la cultura política mexicana, Felipe Calderón repitió la vieja frase de que “todos los mexicanos llevamos un priísta dentro”.

Esta noche de Grito parece haber emergido el suyo. Los priístas eran magos en pintar bardas, simular obras, armar fachadas instantáneas para “llenarle el ojo al Presidente”. Caray, hay que reconocer que sí hay cambio.

Hoy los artilugios sirven para que al Presidente no se le llene el ojo de nada, digamos, molesto.

¿Qué gana Felipe Calderón con su guerra de vallas y sonido? Una imagen que ni siquiera las pantallas le regalan, la de un político que puede cumplir con todos los rituales de la Presidencia, así sea a costa de caricaturizar los mismos rituales en que quiere ser consagrado.

Calderón no ha cumplido un año en la silla presidencial y ya ha obsequiado al país un buen número de ceremonias consagratorias de su mando. Pero ¿alguien recuerda su celebración de los primeros 100 días de gobierno? ¿Alguien, fuera del círculo íntimo familiar y partidista, recuerda la conmemoración de su triunfo electoral el pasado 2 de julio? Convencido de que el ritual del Informe presidencial está agotado, Calderón organiza al día siguiente una ceremonia no para informar, sino para relaborar sus promesas de campaña y ensalzar su figura frente a unos cuantos empresarios y los empleados de su gobierno. Todos estos actos han sido posibles, además, gracias a aparatosos despliegues militares y policiacos. Como el de esta noche de Grito.

Lo que las urnas non dan –al menos no a los ojos de algunos millones– el Estado Mayor non presta.

Vallas para los invitados

La seguridad del Presidente y el estilo calderonista igualan clases y posiciones, hay que reconocerlo. Después del Grito, el Presidente baja al patio central de Palacio. Aunque todos son invitados, hay unos más iguales que otros. Y el patio central, con su fuente de Pegaso al centro, está dividida por vallas, como el Zócalo (sólo que las de adentro están forradas de terciopelo). Hay zona presidencial, zona VIP, áreas exclusivas para los militares y otras para el resto de los invitados.

La fiesta es en grande, aunque ya para entonces se ha retirado una invitada especial que compartió el balcón con el gabinete en pleno: la profesora Elba Esther Gordillo. El mariachi de la Secretaría de Marina recibe a Calderón con Caminos de Michoacán. El ballet de Amalia Hernández muestra sus artes. El mariachi Gama 1000 se arranca cuando ya Calderón está sentado con los legisladores Santiago Creel y Cristian Castaño, acompañados de sus respectivas familias.

No hay “besamanos” ni desfile de políticos porque rápidamente el Estado Mayor Presidencial establece un discreto “cerco” para proteger al mandatario de sus invitados. Incluso los meseros se ven en problemas para acercar sopes y quesadillas a las zonas de la very important people.

A las 12:30 el Presidente sigue ahí, celebrando con tequila su primer Grito, su tercio de Zócalo y sus mantas para no ver las escenas incómodas.

Y ojos que no ven… El superasesor presidencial, Juan Camilo Mouriño, se declara feliz y anuncia que el país entero está “tranquilo y en calma”.

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